miércoles, 11 de marzo de 2015

El lobo y la luna llena

En la oscuridad de la noche, a lo lejos, aullaba un lobo junto a la salida de cada luna llena.
Mi padre, al verme intrigado, me dijo: "Es a la luna a quien aúlla, le llena de dolor al verla"

Y entonces me contó la siguiente historia:

Existía hace tiempo, un corazón tan roto, que se convenció de ser feliz sin quien una vez amó contaminado por el odio que envenenó sus venas.
Veneno que sin darse cuenta poco a poco le convirtió en lobo en busca de su presa.
En la soledad de la noche el lobo dedicó largo tiempo hasta hallar la razón por la cual, el ser culpable de su dolor, merecía su odio y castigo.
Buscó sin descanso algún hecho a fin de cuentas sin relevancia alguna en cuanto a lograr o no esa felicidad perdida junto a él.
Aunque en realidad, lo que buscaba el lobo, era una excusa para poder justificar su propio comportamiento y el que su presa debiera sufrir bajo sus garras.

El lobo encontró esa razón, si no la halló la inventó, eso era lo que menos importaba. Y una vez encontrada, se convenció de ella.

Se convenció también de que quien no opinara como él estaría equivocado.

Con el fin de que todos la vieran, hechizó la luna, hizo que todos vieran, reflejada en cada luna llena, la razón de su odio, de manera brillante y clara.
Y era en las noches de luna llena cuando aullaba llamando la atención de quien lo escuchaba a kilómetros de distancia para mostrarles así la maldad que contenía quien una vez rompió su corazón.

Tras un tiempo, preparado al fin, decidió salir en busca de su presa lleno de ira.  Su furia con el paso del tiempo, avivado por sus pensamientos, se había incrementado en la soledad.

Recorrió el camino que nunca antes se atrevió a andar y le llevó hasta ese ser que tanto le atormentaba.
Se encontraba junto a un lago y observaba sobre el agua en calma, como se reflejaba la luna llena.

El lobo sigiloso se acercó desde su espalda con intención de abalanzarse sobre él y cuando estaba a punto de atacarle, escuchó como con voz calmada le empezó a hablar.
"Esta noche vi la luna y entendí por qué aullabas", le dijo una bella joven cuyo rostro brillaba a la luz de la luna de forma tenue.

La joven se acercó un poco más a la orilla del lago y le dijo: "¿Ves? Mira... ahí, en el lago..."
El lobo se acercó despacio al borde del lago y vio la luna que brillante se reflejaba en el agua en calma y en el centro de ésta, reflejado, se encontraba su rostro.

"¿Ves?, soy yo la causa de tu dolor y de tu rabia",  continuó diciendo la joven girando su mirada hacia él con tristeza.
El lobo, quedó un rato en silencio con los ojos fijos en el reflejo del agua y entonces respondió: "Te equivocas. No te fijaste bien, soy yo, el lobo, quien está reflejado en la luna. Yo soy la única causa de mi rabia."

El lobo aquella noche se marchó lejos y ya nunca volvió a ser humano.
Desde aquella noche, en cada noche de luna llena aúlla con pena al verla, recordando a la bella joven que un día le enseño su reflejo en el lago.

(Antonio González)

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