Injusta libertad la del prisionero de traje blanco... aquel de sonrisa tan amplia como su vanidad...
Aquel que desprecia, que humilla, pero que a su vez, finge de por vida ser quien no es.
Aquel que repitió tantas veces los mismos errores que convirtió en sus propias elecciones.
Que no mostró nunca su tristeza, ni sus lágrimas a los demás.
Y en cambio, se ríe de las tuyas. A su parecer, de esa que es tu debilidad, cuando no hay mayor poder que el de un sentimiento puro.
El prisionero de traje blanco, no es prisionero de 4 paredes, si no de la piel que le cubre como una red que le atrapa, no dejándole escapar de lo que en él habita.
No le atrapan espadas, si no su propia vanidad, necesitando que le adulen y le reconozcan cuan grande es, el ser pequeño.
No es prisionero de cadenas si no de las lágrimas que no dejó escapar y que le ahogan poco a poco por dentro, junto a cualquier palabra de perdón o sentimiento puro.
No es prisionero en un cuarto oscuro, es la oscuridad su prisionera, y ésta se hace latente en los momentos de soledad, que le obligan a buscar con quien estar, al no soportar de su única compañía.
Justa, es la prisión a la que le condenaron de por vida, al prisionero de traje blanco.
(Antonio González)
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