Y él decidió olvidarla, olvidó sus mentiras, olvidó su mal humor, su impaciencia, y olvidó su mal carácter y los malos gestos en sus días malos. Y por último... olvidó como olvidar.
Y sin darse cuenta, quedó grabado en su corazón, en aquel lugar de donde ya nunca podría irse o escapar, ese recuerdo para siempre, el de un ángel perfecto y sin defecto alguno al que ya nunca pudo olvidar.
(Antonio González)
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