lunes, 15 de diciembre de 2014

Somos esponjas de mil colores


Hay momentos, necesarios,  en los que hay que desconectar del mundo.
El ser humano es social por naturaleza. Es cierto que la soledad no deseada le causa ansiedad y anhela el contacto humano, necesita de él.

Pero no en cambio, la deseada y necesaria en momentos concretos...

Me di cuenta hace poco que somos como esponjas, llenas de agua con tintes de vivos colores. Cada una con su color particular.

Unos somos de un tipo de esponjas más absorbentes y otros de un tipo más duras y menos absorbentes, pero es inevitable que incluso una roca dura y fría que no sea capaz de absorber nada, se tiña de color si en su camino se acerca lo suficiente a una esponja que desprenda agua de un color vivo e intenso.

Aunque no esté en su naturaleza, ésta quedará impregnada igualmente de su color.

Como esponjas, igual que la roca, de cada persona que nos encontramos en nuestra vida, mientras más cerca están, más nos mojamos, y nos teñimos de ese otro color.

A medida que pasa el tiempo, nos teñimos de múltiples colores, vivos, intensos unos, y otros menos, y nos hacemos bellos y complejos a su vez.

Pero cuando acumulamos experiencia en la vida, un día miras al espejo y realmente... ¿sabrías decir cuál es el color que te distinguía de los demás? ¿Cuándo perdiste ese color definido con el que contagiabas a quien se acercaba lo suficiente?

Esos colores son tu personalidad, tus valores, tu sentido del bien, lo que eres y lo que haces, lo que en un origen y siempre quisiste ser.

A veces, sin darnos cuenta, ese colorido intenso que existía se ha teñido o manchado sin darte cuenta por otros colores que no eran tan bellos.

Empiezas a ver cada día esos colores que ves a tu alrededor como algo usual y normal e intentas no desentonar. Los absorbes sin darte cuenta.

Pero a veces lo que nos rodea o de quienes nos rodeamos por ser lo usual y lo común, no tiene por qué ser lo correcto o lo mejor para ti. 

Ahí está la verdadera fuerza interior en la creencia de nuestros valores y compromisos, de saber lo que está bien o mal, de sentirnos bien cada día con lo que somos sin dejar que nos manchemos de todo cuanto nos rodea.

En ese momento, es cuando es necesario desconectar del mundo, reflexionar y pensar...  ¿Cuál es ese color que te hacía especial?  Tus valores, tu plan perfecto para lograr lo que te quieras proponer en la vida, ¿dónde está ese joven que un día estaba ilusionado por lograr ser una gran persona?

Y ese día, paras, aislado del mundo, receloso de que no te sigan manchando de colores varios hasta estar de nuevo preparado. Y volver a lucir con fuerza como nunca antes.

Intentas poner en orden tus ideas, tus valores y lavar esas manchas que no te gustan y entonces es cuando te das cuenta. Aún cuando laves esa esponja quedará para siempre alguna marca de aquello que en algún momento formó parte de tu pasado, ya sea un amigo, una pareja, una experiencia o acciones propias. Todo queda y forma parte de nosotros.

Mientras más intenso era el color de quien estuvo junto a ti, más cerca estuvo de ti, y más importancia tuvo en tu vida, más te impregnó de él y más difícil será el borrarlo.

Y entonces, es cuando miras en un espejo y te dices en silencio, qué bello es tener manchas de mil colores. Colores tiznados por otros cuantos que quise borrar, pero que ayudarán a recordar siempre, a todos cuantos me vean, cuanto he vivido y cuanto aprendí de ellos.

Así somos, somos como esponjas llenas de agua con tintes de colores. No te avergüences de haberte teñido de algunos de ellos y llévalos con orgullo, siempre que recuerdes que debajo de todos ellos, sigue aquel que te identifica y te hace bello por dentro.

Y tras larga distancia, después de coger con fuerza tu verdadero color, sales de nuevo a ese mundo multicolor de claros y oscuros y de gama infinita a llenar de ese color tuyo puro e intenso  y más vivo que nunca a toda persona que se cruce en tu camino...

Yo soy  el primero que hoy aprendí a levantar la cabeza bien alta, a llenarme de felicidad, por saber quién soy, y a sentirme orgulloso de haber aprendido de cada momento del pasado, a recomponer mi propio yo  y volver a ser quien soy en esencia pura, y mejorado por aquello que  aprendemos día a día, y  como consecuencia a saltar al mundo dispuesto a plasmar un poco de lo bueno que hay en mí en cada persona que se cruce en mi camino.

Aprendí a admirar a todos los que me rodean.... No por sus errores, si no por eso que bajo sus diversas capas de colores o murallas ocultan recelosos...

Piensa que como esas esponjas, en cada persona que encuentres habrá quien se quedará en la superficie y te juzgará por lo que ven a simple vista, y sólo aquellas personas que realmente se interesen en ver quién eres, se detendrán a rascar un poco esa superficie para ver debajo de esas manchas ese color original, ese que te hace único y valioso.

Por eso, sal ahí fuera desde ya y llénate de colores, vivos e intensos, no temas mancharte de unos y de otros, vive, no temas perder tu propio color, porque ese color es del que tú estás orgulloso y siempre volverá a resurgir pase lo que pase.


Hoy salí de nuevo... vestido de un azul intenso, claro, cristalino, que se reflejaban en mis ojos....  llevaba manchas de diversos colores que quise pero nunca podré borrar, un rojo, un violeta, un rosa intenso.... ya  todos ellos forman parte de mi, aunque quisiera borrarlos nunca podría.... y orgulloso los mostraré al mundo.... porque aprendí que gracias a todos ellos soy el que hoy soy.

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