Me enseñaste que no por acercarme a una rosa debía hacerme daño con sus espinas.
Que el problema más complejo que tendría que resolver contigo, sería el de contar los minutos que faltaban hasta volverte a ver.
Y que existía un lugar, estando cerca tuya, donde todas las preocupaciones perdían sentido.
Y entonces quise cuidar por siempre de esa rosa sin espinas, y fue así como la vida se me hizo tan corta....
Despertándote cada mañana con un cálido beso... Y mirándote cada atardecer mientras el sol daba brillo a tu mirada.
(Antonio González)
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