martes, 3 de febrero de 2015

Qué injusto, ver el sufrimiento de una buena persona

"Qué injusto, ver el sufrimiento de una buena persona"

Recordé una lección que nos dieron nada más nacer, el primer día de nuestra vida, una lección que todos olvidamos con el paso del tiempo.

El milagro de la vida, curiosamente, se produce a partir del dolor de una madre durante el parto.
En ese momento, el hombre, junto a ella, le agarra fuertemente de la mano para hacerle ver que no está sola y hacerle menos doloroso ese momento.
Pero ambos a su vez, están llenos de felicidad por lo que está por llegar. El milagro de una nueva vida, ¡el fruto de su unión pronto llegaría!


La vida nos enseña desde que nacemos que todo dolor tiene su recompensa, que no puede ocurrir un milagro si no es a partir de un gran esfuerzo.
Y en esos momentos de esfuerzo previo, es cuando necesitamos que nos cojan de la mano y la aprieten fuerte y así nos digan en silencio: "No estás solo en este duro camino, yo te acompaño".
Y tras el dolor, llega la felicidad tan deseada, que incluso hace desvanecer el daño de esas cicatrices.


¿Por que sufre una buena persona?
Quizás tan sólo algo grande está por llegar y nos estemos equivocando en no sonreír por ello...
Quizás tan sólo sea la oportunidad tan esperada para poder mostrar la bondad o generosidad, ya que sin la una, no podría existir la otra...
O quizás, y tan sólo quizás, eso tan especial que estaba por llegar, era ese alguien que le agarrase fuertemente de la mano y le hiciera olvidar aquellas cicatrices del pasado, exclamándole sin palabras: "Aquí estoy contigo y no me iré nunca jamás".

(Antonio González)

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